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jueves, 7 de mayo de 2020

Ni si quiera un beso.

Despertaste en mi un amor como nadie lo hizo jamás,
Y me diste muchos motivos para reanimar las ilusiones,
Una bella imagen me regalaste para que en mi noche fría, pudiera soñarte,
Mi sangre hiciste hervir, encendiendo mi piel, mientras corría por mis venas.
Entonces me dije:
Es una persona, sin duda, inigualable porque a pesar de estar en aquella altura,
Me regala en su vida, un muy agradable espacio,
Que suerte haberle conocido,
Que dicha, que me permite amarle tanto.

Pero aparece y se entromete la cruel condena,
Porque cuando intentamos satisfacer la tensión de los deseos,
Y disfrutarnos las pasiones de esta vida, sus sabores expresados en amores,
Planeando ese momento en que nuestras pieles se rozarían en cada quien,
Descubriendo en ella, cada milímetro del placer,
Y por fin entregarnos y por completo.

Mas cuando llegó el tiempo de nuestro apasionante encuentro,
Qué frustración y descontento, 
Jamás puede, tocarte, tenerte y ni siquiera pude besarte, 
Nuestro enemigo la distancia, nos declaró la guerra, 
Nuestro enemigo de siempre, ahora ya se hizo  un intruso permanente. 
Pero es verdad que, fue un gran placer, al menos mirarte y conocerte. 

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