A esta edad analizando, entre varios planes estimados, ya para éste año, uno era, tener más que un peso, y bien ganados, para poder bien gastarlos.
Pero con el transcurrir de los días, se me fueron años; y más que un peso, de a poco, e inesperadamente fueron llegando.
Pero el valor se fue diezmando, porque son más pesares y menos valores, de lo que fui ganando, y al notarlo, el tiempo pasó y fue pesando.
Y quedé abrumado, pues no he aprendido a usar, ni un poco, lo que los caminos de la vida, con su tiempo, me han dejado, entonces digo:
¡Hay, como pesan los años!
Y es lo único con peso, en estos bolsillos rotos o en la cuenta de alguno de los bancos, el vacío en bastantes años.
Y a partir de aquí, incluso, el aroma de mi piel irá cambiando, a ese olor que emana, de los que tienen más años y más peso para sumarlo.
Entonces es ahora que tendré que pedir a Soledad, que de aquí, ya se vaya largando.
Para cuando llegue aquel tiempo, pueda ya tener, a alguien, para amar, a mi lado, y si no se va, tampoco quiero que lleguen esos años.
Y con el análisis vuelvo a decir: ¡hay!, vaya que traen peso los años.
Y por hoy, es el único peso que a cuesta voy llevando, con o sin valor, un peso que la balanza no mide, y aunque sea como peso muerto.
Y de aquellos tiempos, para este momento, sólo resuenan apagados y gastados lamentos.
Porque no se puede devolver y menos, detener el tiempo, ¡hay que días del pasado y ahora tan pesados!
Al entender el peso, por el paso del tiempo; al percibirlos por un evento o, a partir en decenas de años.
Cuentos de una vida y el recuento de los daños, en el transcurrir de los años, y sin contar nada, pero que suman, para contar, en las cosas de una vida y sus peldaños.
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